martes, 22 de septiembre de 2009

Miguel Hernádez, "Alberto el vehemente"

El siguiente texto, fue dedicado por MH a su amigo pintor y escultor toledano "Alberto Sánchez".

La mano de tierra encrespada y esparto ansioso de Alberto se desploma y se hunde en pleno corazón de la tierra como una zarpa mandada por el hambre. Es una mano de raíz que padece por acariciar y poseer la creación entera. Y es porque la mano del amoroso Alberto brota del corazón y no del hombro y desciende por el brazo hasta las uñas revestida de sangre amante y no de corcho insensible como tantas manos. Con esa mano gallarda y sola, Alberto crea un monte y lo levanta hasta su boca para morderlo. A puñetazos y dentelladas están hechos sus montes, sus esculturas, pues no quiere más cincel que su puño ni más martillo que su sensualidad. Éste es el hombre. Va descalzo, desnudo y sin sombrero sobre los rastrojos agresores y las piedras voraces, y no teme, pero busca los alacranes y las víboras para entusiasmar a palos y pedradas el rencor y el veneno de siempre. Abrazado a los árboles, sobre todo a la encina, la higuera y el olivo, les arranca la corteza con el tiempo del tronco, las sustituye día tras día con otra corteza más joven, y repasa con ella el color vegetal de su alma. Cosecha las más puras gracias que haya buscado el gesto de la alondra al cantar y la actitud de la luz y la vida sobre el toro en celo, la piedra en corriente, el hacha en alto y el hombre en trabajo. Y todo lo recoge y cuaja en piedra , carbón y arcilla. Es el único escultor del rayo, el único que graba el color de la madrugada, el único que ha hecho un monumento a los pájaros y una estatua al bramido. Un día expondrá sus obras alrededor del Tajo o en el lugar más difícil de los montes de Toledo. Él dice que modela no para la plaza pública y el parque, sí para el barbecho, la entrada del alfar y la puerta del horno. ¿Qué pájaro será el que tenga escrúpulos acentuados de reposar y hacer nido en el ramaje de las esculturas de Alberto cuando en campo se honre con ellas?

El panadero Alberto, que apacentó tanta espiga en el fuego como yo tanta cabra en la hierba, saltó de la harina al barro, se apoderó de su lívida espuma en alianza con la piedra y el papel, y de su mano comenzaron a surgir toros más poderosos que los de hueso y carne, monstruos minerales como leones y toros revueltos en lucha, árboles que miran desoladamente la perdición de sus ramas en las carboneras huracanadas, hembras y machos con carne de alfar, vellos de esparto, ropa de hueso plegado, pastores como monilitos amenazadores, cementerios como pequeñas plazas taurinas de cal yde muerte, pajares con incendios, molinos con locuras, matorrales, y los demás elementos del campo de Castilla majestuosos, acometidos, varoniles de reciedumbre, insondables en su cielo y bajo su tierra y sobre su tierra que parece carne de corazón arado.

No te acerques a Alberto si tienes un alma corta de sentidos y no te canta un pájaro apasionadod en el alma. ¡Ay de los que se acercan con máscaras de misericordia, de los que nada le conceden o le dan unas migajas de importancia, de los que temen caer al asomarse a su tremendo abismo de hermosura y de los que se abrevan aprendiendo de él y lo niegan y lo afirman mezquinamente! La bien armada mano de Alberto se desploma y se hunde en pleno corazón de la tierra y la saca ocupada en una enorme raíz con la que hostiga y destruye a todos.

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